El valor agregado: Clave para la rentabilidad agrícola

El sector agrícola mexicano ha mostrado un desarrollo significativo en las últimas décadas. Según datos del banco mundial, el producto interno bruto agrícola de México pasó de 14 a 42 billones de dólares entre 1965 y 2020. Este incremento del PIB obedece a una diversidad de factores entre los que destacan los elevados rendimientos derivados de la tecnificación de la agricultura y el aumento en los precios de los productos. A pesar del enorme progreso del sector agrícola mexicano, muchas empresas del sector aún padecen problemas de rentabilidad. De acuerdo con la Encuesta Nacional Agropecuaria realizada en el 2014, el 83% de las empresas agrícolas en México no obtiene ingresos suficientes para obtener los insumos productivos y el 37% reporta problemas para comercializar sus productos.

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              La rentabilidad de las empresas agrícolas mexicanas está determinada por muchos factores como las tendencias de los mercados internacionales de insumos y productos, la política publica y el desempeño individual de las empresas. Sin embargo, en esta edición del blog de Verqor queremos abordar un tema en particular que nos parece de suma importancia: el valor agregado. En términos económicos, el valor agregado es el valor económico adicional que adquieren los bienes y servicios al ser transformados durante el proceso productivo. En un ejemplo clásico de cómo el valor agregado puede modificar el precio de los productos, se comparan los precios de la carne en sus diferentes facetas. El kilogramo de ganado en pie oscila los 40 pesos mientras que la carne en canal tiene un costo aproximado de 80 pesos. Es decir, la primera transformación del producto duplica su precio en el mercado. Continuando con la tendencia, el kilogramo de T-bone cuesta 160 pesos en promedio y en un restaurante, una sola pieza del corte puede alcanzar el mismo precio. Se a la mezcla le agregamos servicios especializados como restaurantes de lujo o carne de alta calidad, los precios se pueden disparar a niveles inauditos. ¡Una sola pieza de 200 gramos de carne Wagyu, la más valorada del planeta, puede llegar a costar hasta 6 mil pesos!

Entonces, ¿Cómo puede la agricultura mexicana sacarle mayor provecho al concepto de valor agregado? En primera instancia, es fundamental acercar lo más posible los procesos de transformación a la unidad de producción. Un ejemplo de esta necesidad se puede encontrar en uno de los cultivos básicos de México: el frijol. Tradicionalmente, el frijol se cosecha luego de que la planta se deseca de forma natural sobre el campo de cultivo lo que provoca que se mezcle con tierra y piedras, a esto se le conoce como calidad de campo. El solo hecho de mejorar las técnicas de cosecha e incorporar un proceso de limpieza al producto puede mejorar significativamente el valor de la cosecha.

Además de las transformaciones, existe otra forma de darle valor agregado a los productos agrícolas que es la diferenciación. Los productos diferenciados están dirigidos a mercados muy específicos que regularmente están dispuestos a pagar precios más altos. Algunos ejemplos de productos diferenciados son los alimentos gourmet y los orgánicos. En México existe un sinnúmero de empresas agrícolas dedicadas a la producción de alimentos diferenciados, pero aún existe mucho potencial para el crecimiento de dicha industria. La diversidad del territorio mexicano y su riqueza cultural presentan muchas oportunidades para el desarrollo de cadenas de valor ligadas a productos agrícolas especializados. Por ejemplo, la empresa Caffeino le apuesta a la responsabilidad social como modelo de negocios y ha obtenido resultados muy interesantes. La empresa ofrece café de calidad para sus consumidores lo que le permite pagar un precio justo a sus proveedores.

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Sin restarle importancia a la transformación y diferenciación de los productos agrícolas, es necesario reconocer el enorme potencial que ofrece el agroturismo. México es un destino turístico de clase mundial y muchas cadenas de valor se pueden beneficiar de esta industria, incluyendo por supuesto a la agricultura. Por muchas décadas el turismo ligado a la agricultura ha sido una fuente de ingresos en el medio rural en Europa. Gracias a una gran cantidad de denominaciones de origen, la mayoría de los países europeos han desarrollado corredores turísticos en torno a sus quesos, vinos o carnes. Afortunadamente, México ya comenzó a explorar con éxito este modelo de negocios. Un caso de éxito es sin duda el Valle de Guadalupe. Con más de dos siglos de historia vitícola, el norte de la península de baja California ofrece muchos atractivos turísticos y las haciendas productoras de vino han sabido sacarle provecho a su situación. Los agricultores del Valle de Guadalupe no solo transforman la vid que producen en vinos de la mejor calidad sino que además se aseguran de agregarle una enorme cantidad de valor a través de los servicios relacionados de hospedaje, restaurante y tours. El corredor turístico del Valle de Guadalupe se ha convertido en un motor de desarrollo económico y es un ejemplo de cómo la agricultura de alto valor puede ser una alternativa viable a la agricultura tradicional.

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En conclusión, si queremos realizar el potencial de desarrollo del sector agrícola, merece la pena continuar explorando el tema del valor agregado a los productos agrícolas ya sea por medio de la transformación, la diferenciación o la integración a cadenas de valor del ramo turístico.

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